lunes, 29 de abril de 2013

sábado, 21 de enero de 2012

Viaje a Praga

Si Mozart hubiera compuesto una sinfonía dedicada a Praga, probablemente se le habría acabado todo el repertorio de notas musicales antes de poderla terminar. Praga es como una sinfonía sin final, como un estruendo de tambores en medio de un adagio, como el sonar de unos violines al final de una obertura Wagneriana. 

Praga es una delicia para los oídos, porque a Praga, hay que escucharla.
Todo es grande en la pequeña Praga. Si tengo que empezar mi recorrido por un lugar, empiezo por la ciudad pequeña, por Mala Strana. Y recorro sus calles con la convicción de que jamás se ensuciaron, están recién construidas. Alegres, grandilocuentes, queriendo ganar espacio a la partitura del sonido. Me detengo a mitad de una calle, para entrar en la primera iglesia de las muchas que visitaré, las inevitables tiendas de recuerdos salpican las fachadas. Las marionetas parece que cobren vida cuando las miro, y el delicado cristal de Bohemia parece más frágil de lo que es.

Al final de la calle, el imponente Castillo de Praga me ofrece su visión. Alto y altivo, deslumbrante y majestuoso, monumental. Por algo es el castillo medieval más grande del mundo… Edificado en los albores del siglo IX, con la misión de proteger la ciudad, el castillo es como una ciudad, dentro de otra ciudad. Patios, calles pintorescas, edificios, palacios, conventos y Catedrales. Y gente, turistas, praguenses, policías, vendedores y compradores, estudiantes y niños corriendo por las plazas. Una ciudad dentro de otra ciudad. 

La gótica Catedral de San Vito, domina desde su emplazamiento todo el cauce del rio Moldava a su paso por la ciudad. 600 años para construirla, y 60 minutos para visitarla. 
La iglesia de San Jorge Sus vidrieras de brillantes colores, rosetones con escenas de la Biblia, capillas dedicadas a las santidades locales, y a las universales, tumbas reales y tumbas de plata para Santos de nombre impronunciable. La visito desde las alturas, desde los laterales, desde las capillas, desde las bancadas….y no me canso de contemplarla. Puedo tener la fe algo aletargada, pero todo me impone. Visito el resto del Castillo, sus pabellones, sus salas perfectamente restauradas donde parece que la vida siga desarrollándose como hace centenares de años. Y aprendo en la Cancillería Bohemia, las leyendas, las historias de revoluciones y de milagros, de ventanas y paisajes. Subo y bajo escaleras, pero no me pierdo, en este mosaico de historia. Y si lo hiciera, rogaría que no se me buscase en las mazmorras donde aún hay vestigios de los prisioneros de siglos anteriores.

Una calle peculiar, un callejón de oro, callejón de artesanos, de antiguos artesanos convertidos en modernos empresarios de todo tipo de arte. Los alquimistas de antaño han substituido el oro, por los euros de los turistas. Las casas contrastan en sencillez, con la opulencia de los edificios colindantes.

Llueve y aunque las vistas desde el castillo, son impresionantes, para encontrar la foto de postal, hay que caminar por las calles de Mala Strana, y alcanzar la cima de la Colina Petrin. La torre del mismo nombre, fiel calco de la torre emblemática de Paris, aunque cinco veces más pequeña, nos ofrece las mejores postales visuales de una pequeña gran ciudad. Desde las alturas, observo el cauce del rio Moldava, el más largo de la República, acariciando las dos orillas de la ciudad, y casi puedo sentir las sirenas de los barcos recorriendo sus aguas repletos de turistas, buscando la mejor imagen que llevarse de la ciudad. 

Una decena de puentes unen la ciudad, pero el prestigio de esa unión, es un puente construido hace más de 600 años. Hay un trasiego incesante de todo tipo de personajes, vendedores, dibujantes, algún charlatán y músicos. Música en Praga. Al abrigo de los grupos escultóricos del puente, que parece que estén actuando en una función sin final, siempre habrá un grupo de violines y guitarras adornando una puesta de sol, una mañana, una tarde, un momento…
El puente de Carlos, el emblema de la ciudad, une Mala Strana con la Ciudad Vieja, con Stare Mesto. Quisiera quedarme en el puente, viendo la vida pasar, sin embargo me adentro en las calles de la vieja ciudad, para contemplar que aún respiran el ambiente solemne y bohemio que inspiró a artistas, músicos, escritores y a fanáticos del viaje como yo. Praga, pequeña gran Praga. 
A través de la calle Karlova, llego a la Plaza de la Ciudad Vieja de Praga. Instantes antes, mis pies han recorrido las sombras que proyecta la torre de la Pólvora, y descubro que su aspecto exterior, oscurecido con el paso de los años, no le quita ni un gramo de brillantez ni de majestuosidad. Poco más de una docena de torres similares siguen aún en pie por la ciudad. Me sigo sorprendiendo. Las fachadas de las casas, parece que bailen a los acordes una sinfonía imaginaria, y los colores y grabados de sus paredes, son como unas notas de acuarela en un paisaje urbano sin fin.

Staromestska Namesti, el corazón de Praga. Intento detenerme en el centro de la plaza, y que mis ojos me vayan guiando por un perímetro imaginario. Edificios barrocos, casas renacentistas e iglesias, alrededor de una plaza inigualable. En cada esquina encuentro la foto del día, el detalle único de la ciudad, el reloj astronómico, convertido en espectáculo a cada hora. Apóstoles danzantes mientras la muerte va tocando su campana. Un reloj convertido en el lugar más fotografiado de toda la pequeña gran ciudad. Alzo la vista y veo cuatro horarios en uno solo. ¿Cuántas horas necesito saber?...Astral, centroeuropea, babilónica, o la antigua Checa….Tan solo deseo saber la hora de Praga, la hora de la sinfonía de sonidos…

Me siento en un bar a tomar una cerveza o dos o tres y comparto mesa con personajes anónimos, que me sonríen. Praga es una sonrisa anónima expresada con aliento de cerveza. Me llaman la atencion los típicos bollos dulces praguenses, los “Kolace”, hechos artesanalmente a la vista de todos. Las decenas de casetas de artesanía que llenan la abarrotada plaza, me ofrecen cientos de souvenirs para que me los lleve en la maleta. Observo la fachada principesca de la Iglesia de Tyn, la construcción gótica más impresionante de la ciudad y en cualquier momento creo que de sus torres, se asomará una princesa secuestrada por algún malvado villano. Antes de abandonar el centro de la ciudad, me detengo en la blanca fachada del Templo de San Nicolás. Respiro hondo para saborear esta imagen. Las cúpulas verdes de las torres, parecen indicarme que para subir al cielo, no hace falta volar.

Las limpias calles me van acercando hasta el barrio judío, varias sinagogas y el famoso cementerio el cual decido no visitar, por la carga emocional que va a suponer recordar ciertos episodios de la historia que mejor no hubieran sucedido, me dan una idea de lo importante de esta comunidad en la pequeña Praga. Los edificios del barrio Josefov, no desentonan en belleza y opulencia a los del resto de la ciudad, y las tiendas de las firmas de alta costura tienen su lugar en los bajos de cualquier edificio.

Decido seguir caminando a través de las callejuelas colindantes que me llevan a más plazas, a más fachadas inmaculadamente limpias, cafés de estética renacentista al lado de bares salpicados de modernidad, tiendas de marionetas que en su quietud parece que se muevan para mí.Y de nuevo me doy cuenta de que la mejor manera de descubrir Praga, es perderme por ella, por sus patios escondidos, por sus calles estrechas que desembocan inevitablemente en una gran avenida, por sus iglesias escondidas que rebosan arte, historia y música. En cada templo, cada noche, un concierto. Hay tantos por elegir.....Me decido por una deliciosa obra en La Casa Municipal y llenarme los oídos con la sinfonía angelical.

No queda mucho espacio en la calle donde un semáforo controla el paso,la curiosidad de tan estrecha calle, es proporcional a lo difícil de localizarla. Tan solo las decenas de turistas haciendo cola para cruzarla, nos podrá indicar donde se encuentra. 
Camino paralelo al río, deleitándome en las fachadas de los edificios, de las casas, de los hoteles, de los restaurantes. A mi izquierda arte, a mi derecha el cauce fluvial del cinturón de la ciudad. Algunos cisnes nadan por sus aguas; pequeñas embarcaciones de recreo flotan en el agua, y las que están detenidas en la orilla. Pequeña gran Praga, me enamoras. Me siento como una marioneta por tus calles, y como si quisiera bailar contigo, no llego al edificio de Ginger y Fred…el edificio que baila, aunque lo diviso desde lejos. Frank O. Gehry, hizo que un edificio bailase. ¿Por qué no podría yo bailar con toda Praga? En cualquier esquina suena una melodía, una sinfonía o una canción popular. Es inevitable que las obras maestras de los grandes compositores mes persigan educadamente por toda la capital

Mi recorrido por la ciudad, me lleva a la Plaza Venceslao. La estatua del caballero que preside la plaza, frente al Museo Nacional, se erige desafiante y protectora, vigilante, imperturbable. Cuanto más la observo, más pienso que en algún momento pueda cabalgar con su caballo de piedra, y arremeter contra todos los que quisieran romper la melodía de la ciudad. La ciudad nueva, tiene su guardián en San Venceslao. Estoy cansada, felizmente abrumada por todo lo que la pequeña gran Praga me ofrece. Descanso mis pasos en las inevitables tabernas turísticas donde la cerveza se ofrece sin pedir, y los cánticos de los turistas en mesas largas de madera, sustituyen cualquier conversación medianamente ininteligible.

Si Praga se me quedase pequeña, siempre podré alejarme un poco de ella y llegar a Karlovy Vary, el gran centro balneario bohemio, y descansar en cualquiera de los varios balnearios que inundan la ciudad. El agua ligeramente salada y caliente que brota libremente por sus fuentes, se convierte en un pequeño premio por todos los viandantes, que provistos de un típico souvenir en forma de tetera, van catando si el agua sabe igual en una fuente que en otra. Los enormes edificios, muchos de ellos de estilo art nouveau, rivalizan entre si en belleza. No sabré jamás si la tranquilidad de la ciudad, se debe a sus balnearios, o a la belleza de sus calles, regadas por el cauce del rio Teplá. 

Soy incapaz de destacar un edificio de otro, tanta belleza me abruma. Los aledaños de la iglesia, están siempre abarrotados de personas de ascendencia rusa, en una extraña peregrinación balnearia. Karlovy Vary, es la guinda de un pastel. Es el postre a un buen menú. Es la nota final a una gran sinfonía. Cada rincón, la nota de una partitura y con todos los rincones de Praga, escribo la más hermosa de las melodías. 
Mi pequeña gran Praga.

jueves, 17 de junio de 2010

"LA CHIMENEA" Sabor a brasas







Ohhhhhhlala, amantes de la buena carne!!! aquí teneis vuestro refugio.

Se trata de un clásico entre los clásicos, y ya sabeis que no me gusta hablar de restaurantes típicos, porque esos todos los conoceis, pero este sitio creo que es digno de mención.

Para los que aún no habéis tenido el placer de acercaros por Guadarrama a conocer sus bonitos paisajes y después daros el gustazo, acudiendo a este singular Restaurante que como veis, está dentro de una antigua casa de pueblo bien conservada que aún guarda el recuerdo de la chimenea a la entrada del local, donde cada día se hace la lumbre para asar a la brasa y con parrilla unas jugosas carnes al estilo vasco. Típico es también la paletilla asada de cordero lechal, unas ensaladas de rebañar el plato y las croquetas de jamón o de queso para las que no tengo palabras. Las carnes van al peso y el chuletón va a 30 euros el kilo, merece la pena darse el gustazo.

Ay algo que tengo que mencionar y es que, lamentáblemente casi siempre está lleno y hay que pedir mesa con tiempo, para poder comer o cenar aunque una buena opción es sentarse en la barra ya que te sirven todo lo que hay en carta, apuntar que con la caña no te sirven aperitivo, y eso anima a probar esas deliciosas croquetas de gran tamaño y por menos de 1 euro, que quitan el sentido.





jueves, 10 de junio de 2010

"ROSSIENA" Pizza italiana 100%















Hola amigos...

La verdad sea dicha, me he despistado un poco en el tiempo, aunque vuelvo con ganas y promesas de contaros muchas cosas....

Os voy a poner los dientes largos con esta pequeña pizzeria en el centro de Valdemorillo, se trata de algo muy especial, ya que, Rosana "la mamma" que dirian en italia es toda una artista, ella misma elabora la masa para la base y os aseguro que no os vais a quedar indiferentes, si algunos dicen que "el secreto está en la masa" yo digo que sin duda es verdad de la buena, porque esto no tiene nada que ver con nada, a no ser claro, que hayais visitado Nápoles o alrededores, si cerramos los ojos y únicamente nos dejamos llevar por el olfato y el gusto descubriremos la sensación del viaje en el espacio-tiempo. Muy recomendable y reconfortante para los que no tenemos mucho tiempo para viajar.

Rossiena nos ofrece una grande y extensa carta dedicada al buen hacer, con calzzone, ensaladas y la especialidad en Bruschetta, y como no, las riquísimas pizzas, todo elaborado artesanalmente con esmero, cariño, y con ese toque de mezcla de especias y aceites made-in-Italia, que es el secreto más preciado de nuestra cocinera y que pone la guinda y el sabor especial de este pequeño restaurante.
Los mejores y más variados helados italianos que te puedas imaginar...nos endulzarán el postre.

En este pequeño lugar muy familiar y sencillo hay que aplaudir la calidad en los productos. El precio medio de la pizza grande es de 9 euros aproximadamente.

El local es agradable, tanto para sentarte en familia a cenar como para tomarte una cañita y esperar a que te lo preparen para llevar. Aunque cuidado casi siempre suele haber overbooking.
Como no tiene página web, os pongo el número de teléfono. 91897 74 06. Ya me contareis...

martes, 30 de marzo de 2010

"DANTZARI" Cocina vasca en Villanueva de la Cañada



Un claro exponente de la cocina vasca en la sierra de Madrid lo encontramos en Villanueva de la Cañada, lo más llamativo al entrar son las grandes barricas en la barra de buena sidra vasca, el olor a brasas es intenso e invita cuanto menos a cotillear por encima del mostrador y ver que viandas habrá sobre ellas....una buena y variada carta de pintxos bien elaborados y las piruletas de txistorra que no os podeis perder, es lo que más me atrae para quedarme un rato y hechar un vistazo a la carta.

Decidimos sentarnos. La amabilidad de la única camarera que nos atiende en el comedor, se hace presente, agradable y discreta al igual que el menú que hoy nos ofrecen, bien resuelto, buen producto a buen precio. Platos sencillos con buen talante, un toque fresco y distinto y bien presentados, por un precio de 10 euros con vino y postre. En resulta nos encontramos ante platos de calidad, algo escasos para la gente con buen estómago, aunque yo soy de las que prefieren la calidad a la cantidad. Otra cosa es si pides de carta, creo que en ese caso la cantidad es aceptable. Destaco los buenos caldos que nos ofrecen los camareros, siempre muy amables, aunque para mi gusto demasiado escuetos y párcamente educados.

Me llaman la atención los postres todos caseros, una "crema catalana" que de catalana no tiene nada, pero es agradable y diría que de sabor y textura curiosos...muy rico un flan que pide Maribel con ligero toque a naranja. !!!!En fin hemos quedado como reinas!!!!

Merece la pena conocerlo, y estoy segura de que el que lo prueba...repite.

Enhorabuena a los buenos cocineros que con poco y bueno nos endulzan el alma y nos hacen un poco más felices.

viernes, 12 de marzo de 2010

Finde en Valencia



Joer como pasa el tiempo!!
Como os venia diciendo, la semana pasada.....me fuí a Valencia, la verdad es que el tiempo no acompañó demasiado al viaje, pero traigo algo bueno que contar...este sitio merece la pena, aunque pequeñito, la carta extensa y original y me llama la atención el buen trato y buena predisposición de los camareros para que nos sintieramos muy cómodos..llegamos sin reserva, "over booking" en el local. Tuvimos suerte de ser los primeros, enseguida nos sentamos , nos dan una mesa que debiamos desocupar a las 10.30 ( porque ya estaba reservada,) tenemos tiempo para cenar..la carta me encanta.....me gustaría probarlo todo, pero no es el momento, recomiendo las alcachofas salteadas....ensalada de queso de cabra y un solomillo de atún fresco ...de postre una especie de brownie casero con chocolate caliente especialmente rico.
Me quedo con las ganas de probar los fideos fritos con foie, y muchas cosas más...nunca hubiera pensado que en un lugar tan pequeñito se escondieran ideas tan grandes.... platos tan originales, y sobre todo gente tan encantadora.
Son las 9:30 y comienza a llegar la gente y se llena el local, me quedo con las ganas de volver, y seguro que volveré.






jueves, 4 de marzo de 2010

Mañana nos vamos a Valencia, me llevo la libreta y os cuento con detalle los lugares de cuento y las delicatessen que nos vamos encontrando. De momento en el Hotel a donde vamos, comienzan las "Jornadas Gastronómicas de Cine" tiene buena pinta verdad?